domingo, 8 de agosto de 2010

La reina que enfermó de desierto

La reina enfermó. De momento, nadie sospechaba la causa. Las razones se supieron cuando fue a consultar el médico. Él le pidió que se desabrochara el traje.

-Imposible.
-Necesito auscultarla por completo. Si no pruebo con el estetoscopio, no sabré lo que sucede con sus pulmones, ni con su corazón, ni con el resto.

La reina lo miró de muerte; le pidió todas sus identificaciones. A él le pareció extraño pero así lo hizo. También le lanzó una serie de preguntas que respondió más por miedo que por profesionalismo. Así se enteró ella de que a él le gustaba armar rompecabezas, de que de vez en vez viajaba tres años luz de distancia nada más para relajarse, de que acostumbraba dos pedazos de queso por las noches, que le gustaba el color violeta, que de niño se fracturó el brazo derecho, que le gustaba el otoño y detestaba que las estrellas se pusieran en huelga.

-Es que este es mi traje de inmunidad de acero.
-Pero yo no le voy a disparar.

Ella no dijo nada.

-Su majestad, es absolutamente necesario.

Ella no renunció a su silencio y él intento escuchar su respiración a través del traje antibalas, pero le fue imposible.

-Es que sólo con él puedo cerrar los ojos, tragar arena y abstenerme del agua.
-Su majestad... ¿no toma agua?

Ella no dijo nada. Él le miró las pupilas y revisó sus oídos. Tampoco pudo tocarle el cabello. Ella no se dejó. Ella no dijo nada.

-¿Qué le duele?
-Todo.

No obtuvo más respuestas a pesar de todas las preguntas de rutina.

-Su majestad... si usted no me lo permite, no podré hacer nada.

Ella permanecía impasible. Se levantó. Salió y viajó tres años luz para ver si se relajaba. Se quedó suspendida al filo de un sistema solar cualquiera. Cuando regresó a su respectivo astro, se le veía más cansada. La tristeza de los ojos no se había disipado.
Su majestad moriría, pero no se vulneraría ante nadie. Que la enterraran con el traje de inmunidad de acero, fue su último decreto. Antes de que ella dejara escapar el último suspiro, el planeta entero guardó silencio.

3 comentarios:

  1. ¿Y cómo se veían los labios Reales?

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  2. Yo calculo que este cuentito, fue escrito como premonición de nuestras vidas de ahora. Por mucho, el que más me gusta de los que alcancé a ver. Hablando de reinas y enfermedades...
    Te mando millones de besos en lo que logramos vernos.
    Te quiero.

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  3. Jules:
    Sí, definitivamente tienes los ojos grandes. Muy grandes.

    Buen viaje.
    Te quiero harto, harto:

    Lou...

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