viernes, 21 de septiembre de 2012

Rendición

Es la primera y la última vez que lo hago. Lo prometo. Me lo prometo.
Se lo prometo a mi sonrisa y al hombre que me ha consolado en las noches cuando lloro de rabia, de impotencia, de incredulidad.
Se lo prometo a mi dinosaurio chiquito que desde su sagrado silencio me ha escuchado gritar.
Aquí se acaba. Dejo mis restos y me voy porque no hay paga para todo esto que se chupó mi ánimo y me despojó de la única brújula que tenía. Termino de sepultar ese cuerpo que me descuartizaron y me voy.
Ya no me importa que nadie diga mi nombre completo. Ya no me importa que las promesas se tiñan de colores. Ya no me importa que los resultados algún día vayan a tener horizontes lejanos.
No me interesa.
La posteridad nunca ha estado dentro de mis planes. Lo único que quiero es la felicidad inmensa que cabe en lo pequeño sin que me estén haciendo pedazos todo el tiempo.
No soy fuerte. No soy invencible. No soy sabia. No soy prudente. Soy demasiado frágil y demasiado estúpida para estar aquí. Las cosas me duelen y simplemente no encuentro dónde se consigue la capacidad de omitir la alevosía y la ventaja.
Me declaro rota y perdida.
Me rindo.
Ante el voraz monstruo del absurdo, no tengo con qué pelear.