lunes, 16 de julio de 2012

Pedazos

Finalmente a nadie le importa. Esto es el imperio de a nadie le importa. Ni los ciegos ni los pordioseros ni los ancianos sin fuerzas. Tuvimos que cerrar los ojos y después, aprendimos a limpiarnos el campo visual de impurezas.
Lo único que nos queda es hacernos experimentos cotidianos para la esperanza: abrazar con cariño, agradecer los amaneceres, mirar los prístinos ojos de los animales, empeñarse en el alcance de lo bien hecho, hacer hincapié en los privadísimos rituales de nuestra pequeñez.
A mí todavía me queda el llanto. Sigo llorosa. Quisiera pensar que es la lluvia, pero mis buenas intenciones para explicar las cosas no han tomado la delantera. Entonces me tengo que poner a escribir aunque mis textos no tengan principio ni forma ni fin. Sólo para saber que sigo. Endeble, pero sigo. Sólo para ponerme por escrito y acomodarme. Aunque sea gramaticalmente. Aunque sea.
Que la magia suceda.
Por favor.

sábado, 14 de julio de 2012

Retirada

Ahí estuve, haciendo lo que pude; evitando las tristezas ajenas, prohibiéndome leer desconsuelos, repitiéndome una y otra vez que ahora todo es distinto: el momento, las circunstancias, la disposición, el ánimo, la sed, las redes sociales. Lo cierto es que hice todo porque tenía miedo de que la duda se me convirtiera en certeza. Finalmente ese momento ha llegado. Es como el kick boxing. Cuando uno está frente al otro con los guantes puestos y la adrenalina palpitando por todo el cuerpo, los golpes se perciben pero no se sienten en su justa dimensión. Mientras nos movamos, mientras fintemos, mientras tengamos fuerzas y velocidad para lograr un buen gancho, la pelea se sostiene. Lo peor viene después. Cuando todo se ha acabado los golpes ganan terreno, el ácido láctico se expande por los músculos y los vasos sanguíneos que se rompieron se asoman sin miramientos. El día siguiente a la golpiza es simplemente insoportable. Por eso seguí gritando y marchando y yendo y viniendo.
Pero me cansé. Hoy me cansé.
Me cansé de gritar. De negarme la tristeza. Sucedió lo inevitable: perdí. Ha llegado el momento de saberlo. Me doy una pausa para volver a encontrar mi lugar porque entre la lucha cuerpo a cuerpo con la alevosía perdí la sonrisa, las dimensiones, los horizontes, las palabras. Mis palabras.
Ya no tengo la adrenalina de mi lado. Ya no tengo los guantes puestos. Ha llegado la tenebrosa calma que tanto temí. Este es el día después del enfrentamiento en el que me vencieron: el insoportable.
Me iré a buscar en las páginas de mis diarios, de mis autores favoritos, en los abrazos de mis amigos, en los ojos de mi iguana (siempre tan preciosa y tan sabia).
Me voy a buscar porque no sé donde quedé.
Cuando haya cicatrizado, cuando esté restaurada, cuando me encuentre completa, regreso.