viernes, 26 de abril de 2013

Moribunda

Días como hoy me pregunto por qué me abandonó la escritura y entonces me percato de que soy yo quien la ha abandonado a ella. Entonces los ojos se me llenan de llanto y en las manos no encuentro las fuerzas para continuar.
A veces me queda algo de reserva en el espíritu pero, con las arduas horas de trabajo y las precarias horas de sueño, el cuerpo me flaquea.
Y sí, me pasa que me pongo llorosa. Me pasa que de tantos fragmentos en los que me divido me quedo toda agrietada para cuando intento volver a reunirme.
Entonces no puedo desanudar la tristeza de esta garganta tan apretada. Tampoco puedo tragarme los sollozos.
Así, en medio de un mar pendientes, miro el reloj y el tiempo me aprieta. Y las tareas me aplastan. Y las letras se me quedan hasta atrás. Y si oso voltear me empiezo a convertir en estatua de sal. Y no entiendo nada. Absolutamente nada.
Una vez alguien me dijo: "Yo creo que lo que tú tienes es un cansancio muy viejo".
Yo más bien creo que tengo un cadáver por cuerpo y a veces hasta se me olvida cómo caminar.