viernes, 20 de enero de 2012

Por todos lados

De repente siento que tengo tu nombre por todos lados; como si todo el tiempo escuchara tu voz. Como si pudiera burlar cualquier distancia.
La calamidad me sucede y sé que en alguno de tus rincones me puedo esconder. También me puedo sembrar y después ponerme a crecer. Germinar en tus brazos.
También me gusta pensar que así, de alguna manera, te pongo a salvo. No sé de qué; tampoco de quiénes. Con que aquí te quedes y te mojes los pies en el agua de estas orillas, está bien.
Con eso.

Cariño a quien cariño merece

Miguel siempre fue gordo. Muy gordo. A mí me gustaba que fuera gordo porque así me podía acostar sobre su enorme panza y abrazarla. Miguel era inabarcable. Cuando jugábamos a las escondidas él asumía que lo encontraría muy rápido porque le asomaba su maravillosa panza entre las cortinas; sin embargo, por más que buscaba sentía que él hacía magia porque yo no lo podía encontrar. Entonces se me llenaban los ojos de agua porque tenía miedo de que hubiera desaparecido y no sabría la manera hacerlo regresar. Cuando estaba a punto de llorar, él me decía: “Ya, Luri. Aquí estoy”. Entonces yo corría a su panza para abrazarlo. Y lo apretaba mucho, mucho, mucho. Lo apretaba mucho porque siempre lo he querido así: mucho.

miércoles, 11 de enero de 2012

No de ti

Me puedo cansar de la rutina o de la jornada o de las noches que me paso frente a los pendientes. Me puedo cansar de los pretextos del mundo, de las canciones inevitables, de los espacios de siempre, del tráfico de todos los días...
Me puedo cansar de todo pero no de ti. No de tus ojos que tienen la virtud de la sonrisa ni de tu voz que me hace revolotear. No de tus manos que me convierten en mariposa y me enseñaron a volar.
Si lloro, si me enojo, si me confundo, si cierro los ojos no es por ti; es porque las cosas me cansan y me rebasan. Si sonrío, si me vuelvo a asomar, si me pongo a cantar es porque he aprendido a convertirme en abeja, en cascada, en nube, en reptil.
Todo eso ya lo sabía pero desde que llegaste aprendí a perfeccionar el buen arte de abrazar con cariño por las mañanas, de considerar otros sabores en mis viandas, de cocinar para comer acompañada. De querer.