sábado, 29 de diciembre de 2012

Las aventuras de estos días

Nadie lo sabe, pero estoy aprendiendo a hipnotizar dinosaurios pequeños.
Habría que ver la paciencia que tengo para esperar a que esta iguanita que lanza las fauces se acostumbre a mi cercanía. Habría que ver la valentía con la que me acerco y el cariño con el que le hablo. Su mordida de dientes filosísimos no duda. Espera y se lanza.
Sin embargo yo lo recibo con una ramita de pápalo; entonces cede un poco y toma una. Después toma otra y otra. Cierra los ojos, supongo, para saborearlas mejor. Entonces yo me acerco más y le acaricio la cabecita. Él se deja tocar y permanece quieto. Abre los ojos y me mira con toda su sabiduría. Yo sonrío porque la mirada de un dinosaurio es un privilegio que no a todos les sucede.
Así es ahora todos los días. Cada mañana tengo que volver a empezar. Cada que llego tengo que acercarme con las mismas precauciones.
Esta bien.
Estoy aprendiendo a hipnotizar dinosaurios pequeños.