martes, 13 de noviembre de 2012

Otra de antaño

Cuando era niña mi favorito era el número dos. Y es que mi maestra me decía que ese número era un cisne; que observara con calma. Que si me acercaba podría ver sus alas. Que era finísimo y que había que fijarse bien. Que era del color del crayón con el que lo dibujaba.
Entonces yo lo veía flotar en la hoja. Me ponía a hacer una familia entera porque quería hacer cisnes que volaran, pero todos permanecían quietos porque les gustaba el agua.

2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2 2...

Después me dijo que la ese era una viborita. Que observara las curvas de su cuerpo que parecía trasladarse en la arena todo el tiempo. Que si la decía en voz alta, escucharía lo que las víboras dicen a los que saben escuchar.
Como acostumbraba, me puse a escribir un número incontable de viboritas para que todas sonaran al mismo tiempo.

S s SSss S s sssss SsSSss
ssSsSSssSSSSsS
SS ss sS S ss SS ss


Así es como aprendí a que lo que uno escribe puede quedarse en el agua, puede echarse a volar o puede matar.

viernes, 2 de noviembre de 2012

El incendio

Quiero correr. Quiero correr y tener la capacidad de detenerme en seco cuando sea necesario. No es así. Obviamente, no es así. Eso lo tengo claro yo pero no mis impulsos. A veces me siento dividida en partes; como si los impulsos me fragmentaran por completo.
Me nace la inquietud que parece un cerillo que se enciende a la menor provocación y, no sé si en algún lugar que no he descubierto, llevo conmigo un almacén de gasolina blanca.
No es que esté triste; es que termino hecha cenizas a cada rato. No es que esté apagada, es que el incendio más terrible acaba de terminar.
Hay quienes nacen con una brújula integrada, otros que nacen con música en el interior, otros que vienen con un mapa. Creo que desde el inicio yo traía el combustible. Supongo que por eso me arden las acciones, la quietud, los besos, los cuerpos, los planes, los presentimientos, el pasado, el presente. No es dolor. A veces siento que la vida me arde. Entonces tengo que cerrar los ojos para respirar y esperar. De antemano sé que lo que viene son las cenizas. Para mi sorpresa me vuelvo a levantar. Camino. Se me ocurre una idea y entonces escucho el sonido del cerillo que se enciende y sé que todo volverá a pasar. De nada sirve que me detenga. Miro las llamas y sé que tengo que continuar; sé que lo haré de nuevo. Tal vez en otras direcciones, tal vez en otros territorios pero siempre me volveré a incendiar.
Hay días como hoy en los que estoy cansada y me pregunto si acaso habrá un lugar en donde me convierta en agua. Tal vez cuando todo acabe.
Tal vez.