jueves, 22 de julio de 2010

Otro poquito...

Como sin aire. La cama no me deja levantar. Debe ser mi telúrico pasado. El 24 de octubre de 1980, a las 8:33 am, tembló. Cuenta la leyenda que yo estaba plácidamente acomodada en el capullo de carne que era mi madre. Fue una cesárea y yo apenas haría mi transición de un lugar a otro cuando la tierra se sacudió. Como la plancha donde estaba recostada mi señora madre no se podía mover y la lámpara del quirófano se tambaleaba peligrosamente, el doctor me sacó de un tirón sin preguntarme nada. Por supuesto, estallé en un reclamo de llanto que sólo se quedó a escuchar el obstetra; de las enfermeras no quedó una sola.
Creo que eso explica los arrebatos y la crónica gana de quedarme entre las sábanas un poco más de tiempo. Que nadie me mueva; que me despierten sin sobresaltos. Que esta mañana no tiemble, que nadie escape ni salga corriendo. Prometo tomarlo con calma, pero sólo un poquito más... Un poquito más aquí acostada. Por favor.

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