viernes, 2 de julio de 2010

Disertaciones en torno a una diosa que espera

En el afán de entender el lado menos conocido de los que se nos parecen por su desgracia, hoy toca el turno a Hera. La diosa destinada a ser la histércia de la mitología griega, la celosa insufrible que no sabía ni podía controlar su ira. Todas las versiones coinciden (la excepción, como siempre, se da en la versión para niños desprovista de sangre y verdad): que hacía pedazos a todo aquél del que sospechara y también, que tenía por marido al dios más petulante del Olimpo.
Que Heracles sufrió sus constantes intrigas y que Eco -famosa por contar las mejores historias de todos los tiempos- fue encerrada en los bosques destinada a repetir la última palabra de los hombres por haber hipnotizado a Hera mientras Zeus gozaba de quién sabe cuántos cuerpos.
Que era una diosa implacable que aplastaba al que le hiciera dudar.
La diosa del hogar y la familia; la misma que aventó a su hijo Hefestos al mar por haber nacido con una fealdad insultante (ahora nos explicamos tanta disfuncionalidad).
Hay que notar que había razones para estallar a la menor provocación: Hera esperaba. Todo el tiempo, fue una diosa a la que le tocó esperar. Una hembra que tenía que vivir con el presentimiento de saber dónde se encontraba aquél que la enloquecía.
Lo que pocos saben es que Zeus y Hera eran gemelos. Que Zeus tomó, justo a su idéntica (además de haber violado antes a su madre Rea, por supuesto) como compañera de vida, de la que no se podía separar a pesar de la delicia de todos los otros sexos que probaba por el mero gusto.
Lo que pocos saben es que Hera fue una hermana, que por compasión a un animal abandonado al que acogió en su seno, sufrió el ultraje de caer en la cuenta de que aquél era en realidad su hermano dispuesto a penetrarla por la fuerza. Y así lo hizo. (¿A quién le queda el mínimo de compasión después de eso?). Poquísimos saben que se casó por vergüenza y que la noche de bodas duró 300 años. Cualquiera quedaría con los nervios muy delicados después de una noche así.
No nos sorprendamos pues de sus dolorosísimos y furiosos arrebatos. Uno, como quiera que sea, tiene un Dios en quien creer o confiar... ¿pero ella?

2 comentarios:

  1. Cuánta claridad de pensamiento mana, qué buena disertación. Tienes toda, toditita la razón. Y esto de ir cargando el imaginario femenino de arquetipos varios (le manejamos el de celosa Hera, el de seductora Venus, el de diabólica Hécate, ora el de puta, ora el de santa madrecita)hace REdifícil la de por sí complicada existencia de una ¿no?. Alma

    ResponderEliminar
  2. creo que con su omipotencia sería una buena compañera de Narciso... ¿compañera o espejo?, bueno, supongo que no serían el uno para el otro, sino el uno para sí mismos; bueno, bueno el caso es que son muy parecidos. Marling

    ResponderEliminar