miércoles, 19 de octubre de 2011

Brevedades en torno al brassiere

Los brassieres son un continente. Revelan y esconden. Sujetan y sostienen el busto, la identidad, los cambios, los secretos, el esplendor y la decadencia.
Todo empieza con un corpiño si varillas ni broches de gancho con sus dos o tres opciones para abrochar por la espalda. Al principio, después de la cómoda camisetita de algodón sin mangas, le sigue un sencillo corpiño que se amolda sin mayor dificultad. La forma de este es un anuncio de lo que vendrá después: el cuello “V”, las posibilidades del escote, los colores, los encajes que faltan y los actos de contorsionismo.
Poco a poco, no sin su respectiva porción de dolor, el busto gana presencia y territorio; entonces reclama no solo más espacio y comodidad sino también algo fundamental para la clase de deportes: el soporte. Aunque también están aquellos que tienen el relleno que suple la fantasía de aquellas señoritas a quienes las hormonas no les han hecho justicia.
Empieza la búsqueda del sostén perfecto y la discordia es inevitable: las de busto grande envidian toda la gama de posibilidades que tienen las de busto pequeño: en forma de triángulo, de escote despreocupado, de copa pequeña y sugerente, de tela cuasitransparente, de colores variopintos, de broche por delante, de tirantes invisibles, cruzados, en el cuello… sin tiras.
Las de busto pequeño envidian la popularidad de las grandes dimensiones: esas que resultan el combustible inflamable de las fantasías pornográficas. Sin embargo, un gran tamaño lleva implícito un gran peso. Así es como A se asigna al busto discretísimo que a duras penas sobresale; B, para cuando podría caber prudentemente en la mano; C, para el turgente y D, para el que da problemas de espalda.
Las menos vivirán la descabellada opción del talle largo que resulta una herencia del corsé en que un discreto armazón de alambre forrado, contiene el torso y dejan nulo espacio para las torsiones, las inclinaciones y la respiración.
Cuando la señorita se convierte poco a poco en señora, cambia la talla, la marca y también el objetivo. Un buen sostén es entonces un artículo de lujo, el anzuelo de una propuesta, la promesa de un espectáculo o un fetiche de alto calibre.
Cuando la señora se convierte en madre asume de antemano los sostenes para maternidad desprovistos de encanto y dotados de practicidad para abrocharse y desabrocharse al llamado del hambre. Esos son los transitorios que se guardan para otra ocasión posible si la familia y el busto vuelven a crecer.
Al final de la jornada de vida, se busca un sostén de escote discreto que no evidencie el paso del tiempo en los encantos del cuerpo: uno que no necesita asomarse ni sugerirse, simplemente que sujete con dignidad lo que los años han dejado a su paso.
Así, en el brassiere van contenidas las expectativas, las dádivas, los años, las promesas, el alimento. Más… mucho más de lo que uno imagina.

2 comentarios:

  1. Me gustó, pero te prefiero con ficciones, historias. :)

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  2. Angélica:
    De cualquier manera, su lectura ya es un privilegio.
    Abrazo.

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