sábado, 11 de septiembre de 2010

Mine y los códigos secretos de todas partes

Minerva siempre entendió el mundo más rápido que los demás. De ahí su prisa por querer cambiarlo lo antes posible. Siempre fue la primera en sentir hambre, en buscar los colores, en sonreír para la cámara, en dejar los pañales, en amarrarse las agujetas y por supuesto, la primera en leer.
Sin saberlo, empezó a descubrir por sí misma el código que escondían los pequeños símbolos en las cajas de cereal, en los espectaculares, en los letreros grandes y pequeños. Así, abrió los libros de su hermano. Primero reconoció a la e en la breve sonrisa de la grafía. La i que parecía una mujercita muy digna con esa cabecita. La u como su columpio. La o que siempre tenía la boca abierta. La a que era la esposa de la o... Era la única manera de explicarse esa rayita que la hacía ver tan propia (pero por su pancita era obvio que era su esposa).
El camino con las consonantes evidentemente fue más largo y elaborado. Como Minerva no daba lata por andar metida en las líneas, no le ponían mucha atención y se mantenía concentrada en su misión. Primero monosílabos completos: sol, yo, mi, sal, pan. Después un poquito más: pa-pá, to-do, ca-ma, cu-na, mi-ma... ¡mi ma-má me mi-ma! Todo iba muy bien hasta que algo pareció estar fuera de lugar:

"... que quede listo para mañana"
Se fijó en más páginas y observó lo mismo... La señora "p" miraba al otro lado. ¿Por qué? ¿Quién lo había hecho? Entonces Mine se acordó cuando fue por primera vez a la playa y por la naturaleza indomable de su curiosidad, fue la primera no sólo en intuirle el peligro al mar, sino también en escuchar el acento de los costeños. Los costeños... los costeños. Lo entendió todo. Eso que leía lo habían escrito los costeños. Así todo cobraba sentido:
"...pue puede listo para mañana"
Se oía raro pero así hablaban ellos. Además, esos "pue" estaban por todos lados...
"pue me digas la verdad"
"pue llegue temprano"
pue baile, pue baile!"
Le daba gusto que los costeños fueran personas que escribieran tanto.
La verdad vino en primero de primaria y ya los textos no le sabían igual: les faltaba música.
Tal vez por eso ahora no deja de sonreír cuando va al mar.

3 comentarios:

  1. Ay, ay, ay... me encanta pue algo tan bonito me haga reír tantísimo.
    Carcajada fuerte, pero fuerte.
    ¡Muchas gracias!

    Minerva.

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  2. Escribes muy bien, te felicito. A por la novela.
    @CristinePizan de twitter

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