lunes, 3 de mayo de 2010

Chacalofilia

Lo que más le gustaba de él era que tenía implícito el peligro; que sería capaz de hacer hasta lo imposible en el sentido literal de la palabra. Lo que le gustaba era que no entraba en la categoría del sentido figurado. Uno de esos que se han jugado la vida al tener una pistola en la cabeza; de esos capaces de jalar el gatillo. De esos que parecían salidos de quién sabe dónde. Chacalito de piel morena desprovisto de amabilidad y cortesía; de un caló sorprendente para ella que sabía hablar con tan buenas maneras. Un macho cabrío de baja estatura que se abrió camino a fuerza de "cantarse tiros" (enfrentarse a puño limpio), de llevar la adrenalina a tope en el velocímetro del coche. De esos que no pedían perdón ni permiso; de esos que sólo entran en la vida sin esperar nada y dispuestos a llevárselo todo. Todo.
Entonces lo supo, o al menos, pensó que lo sabía. Ella que se preciaba de ser un animal solitario que devora y abandona, esta vez fue asaltada por la curiosidad. Verdadera y auténtica curiosidad. Sabía que estaría más tiempo del esperado; que esta vez, valdría la pena quedarse... o quemarse o arriesgarse o perderse o morirse o esperar (que para ella era casi lo mismo que morir).

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