miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mejor sobrevivir

El mundo es muy grande y nosotros muy pequeños. No hay misterio. Las razones para que los ojos se nos llenen de tristeza están en todos lados. Si nos descuidamos, en cualquier momento podemos dejar de sonreír permanentemente.
Sin embargo la vida sigue sucediendo y si abrir los ojos por la mañana no se considera un milagro, entonces corremos el riesgo de olvidarnos de lo verdaderamente importante. Sí: creo que ser el pez pequeño tiene sus ventajas... aunque estas también nos puedan parecer pequeñísimas.
Así pues, sin andar profiriendo verdades absolutas sobre la paz, la felicidad, la autoaceptación y bla bla bla, he decidido capturar un momento a la semana. Uno de esos que son como luciérnagas en medio de la noche. Uno en el que haya habido un poco de bondad.
Me doy a la tarea de tener los ojos nuevos para atrapar al menos un instante a la semana. Uno solo con todos sus detalles.
Las verdades absolutas ya están muy mascadas y repetidas hasta el vómito en las redes sociales; esas en las que uno puede quedar atrapado tantas horas al día como el aburrimiento o el morbo lo permitan. Prefiero quedarme con un instante pequeño que tal vez, algún día, me convierta en un incendio.
Y necesito hacerlo porque creo que en cualquier momento me puedo apagar. Sin melodramas ni avisos. Soy más sensible de lo que quisiera y el periódico no ayuda. Como me falta un filtro decidí empezar a construirlo por escrito. Tengo la esperanza de que, al menos una vez a la semana, podré encontrar un momento nuevo de bondad al que le pueda dar las palabras adecuadas.
¿Por qué no?

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