miércoles, 13 de junio de 2012

El mago de los vagones

Ya es de noche y venimos callados. Ha llovido y pareciera que todos estamos empapados de cansancio. Así se vive el metro en las noches; cuando está más sucio, cuando todos regresan después de haber sobrevivido a la ciudad sin más escudos que la promesa de volver a casa.
Y así, derrotados unos, vencedores otros, veníamos juntos sin decir nada. Entonces sucedió: se subió el mago. Ese mago que yo ya había visto antes y que aparece y desaparece cosas de las manos.
Hizo esos trucos que ya le había visto hacer; sin embargo, de lo que no me había percatado era de la magia. El mago hizo magia. Basta con ver que todos los que miramos volvemos a asomarnos con un poco de bondad. La sonrisa ante la sorpresa es inevitable.
El mago es pobre y de la nada pareciera devolvérnoslo todo. Nos sabemos afortunados porque no se subió nadie a gritar nada o a perturbarnos con sus monstruosas bocinas... Se subió un mago; nuestro mago. El que sin decir palabra nos regresa sanos y salvos a la calle, al pavimento, a la ciudad.
El sustento de la noche se lo gana a pulso porque todos queremos darle un poco de lo que en el día nadie nos dio y él sólo dice "Gracias". Se va y volvemos a quedarnos solos pero, ahora, un poco más inocentes.

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