domingo, 21 de agosto de 2011

Retrato de familia

Y un día, todos despertaron sin saber su nombre. Imposible saber los apellidos. Nadie se parecía a nadie porque todos se habían acostado con todos. Tal vez por eso les dieron ganas de sacarse los ojos y arrancarse las lenguas. Nunca tuvieron entusiasmo para conversar, pero maldecir parecía ser un talento del que hacían gala a la menor provocación.
Cuidado con el que intentara irse. Aquí no había lugar para los renegados, pero eso no implicaba que tuvieran derecho a un espacio mejor. Si no era aquí, tampoco sería allá, aullaban.
Hijos todos del mismo rencor; atormentados todos por el mismo llanto. Sin padre ni madre. Sin hermanos. Sin motivos. Sin abrazos consanguíneos. La sangre estaba en otra parte y no era señal de linaje; sólo se trataba de cicatrices sin cerrar.
Estaban los que habían decidido dejar de reproducirse para acabar con la peste. Estaban los que no paraban de escupir saliva y semen por todas partes. Como sea, a todos les tocaba su porción de escozor e incertidumbre. A todos les tocaba la misma verdad: salvarse a toda costa. Escapar. El problema era el método. Quién sabe cómo, quién sabe por qué, seguían usando los dientes. Si nadie había nacido caníbal. Si a nadie le gustaba tragarse las vísceras de sus semejantes. Y quién sabe por qué, parecía que nadie sabía cómo evitarlo. Lo único que sabían hacer de distinta manera, era llorar.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Tuya

Le dejo a mis ojos mi necesidad de mirar y a mis manos la ansiedad de tomar. De tomarte. De arriba abajo.
Le dejo a mi boca la tarea de las palabras correctas y los retoños de mis besos. Para mí es importante besar; dejarte algo de mis labios por todos lados.
Miro más allá de las montañas: alcanzo a ver las estrellas que se te quedaron atrapadas en los ojos. Alcanzo a ver el amanecer de tus dudas y de tus certezas.
Le dejo a mis brazos la habilidad de atrapar en el aire los deseos que no le dices a nadie.
Te dejo mi cariño que crece como enredadera: sube, rodea, abraza, colorea, decora, humedece, absorbe y oxigena.
Te dejo mis ojos cerrados con todo y sonambulismo.
Le dejo a mis alas la tarea de llevarte conmigo. Cuando quieras te puedes bajar. Por lo pronto, mientras estés acá, te prodigo mis arrumacos y te doy el amor de cerca, de lejos y por escrito.