Abrí los ojos y supe que sobreviví. Vi que las montañas ya no estaban ahí y que tendría que volver a empezar. Está bien. Así puedo reacomodarlo todo: las horas, las rocas, la luna, los cuerpos, los verbos, la vida.
Sí, estaré ocupada pero esta vez ya no quiero que me salgan serpientes de la cabeza ni cuchillos en los pies. Seguro que si lo tomo con más calma, este monstruo que aúlla desde siempre puede empezar a tararear una canción en lo que vuelve a poner los peñascos en su lugar. Sólo es cosa de recordar la melodía a pesar de la noche, a pesar de la lluvia, a pesar de los golpes.
Que no hay mapa, que los lugares parecen inabarcables, que las corrientes parecen indomables. Está bien. Sólo es cosa de no dejar de tararear.
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