Y un día, todos despertaron sin saber su nombre. Imposible saber los apellidos. Nadie se parecía a nadie porque todos se habían acostado con todos. Tal vez por eso les dieron ganas de sacarse los ojos y arrancarse las lenguas. Nunca tuvieron entusiasmo para conversar, pero maldecir parecía ser un talento del que hacían gala a la menor provocación.
Cuidado con el que intentara irse. Aquí no había lugar para los renegados, pero eso no implicaba que tuvieran derecho a un espacio mejor. Si no era aquí, tampoco sería allá, aullaban.
Hijos todos del mismo rencor; atormentados todos por el mismo llanto. Sin padre ni madre. Sin hermanos. Sin motivos. Sin abrazos consanguíneos. La sangre estaba en otra parte y no era señal de linaje; sólo se trataba de cicatrices sin cerrar.
Estaban los que habían decidido dejar de reproducirse para acabar con la peste. Estaban los que no paraban de escupir saliva y semen por todas partes. Como sea, a todos les tocaba su porción de escozor e incertidumbre. A todos les tocaba la misma verdad: salvarse a toda costa. Escapar. El problema era el método. Quién sabe cómo, quién sabe por qué, seguían usando los dientes. Si nadie había nacido caníbal. Si a nadie le gustaba tragarse las vísceras de sus semejantes. Y quién sabe por qué, parecía que nadie sabía cómo evitarlo. Lo único que sabían hacer de distinta manera, era llorar.
domingo, 21 de agosto de 2011
miércoles, 17 de agosto de 2011
Tuya
Le dejo a mis ojos mi necesidad de mirar y a mis manos la ansiedad de tomar. De tomarte. De arriba abajo.
Le dejo a mi boca la tarea de las palabras correctas y los retoños de mis besos. Para mí es importante besar; dejarte algo de mis labios por todos lados.
Miro más allá de las montañas: alcanzo a ver las estrellas que se te quedaron atrapadas en los ojos. Alcanzo a ver el amanecer de tus dudas y de tus certezas.
Le dejo a mis brazos la habilidad de atrapar en el aire los deseos que no le dices a nadie.
Te dejo mi cariño que crece como enredadera: sube, rodea, abraza, colorea, decora, humedece, absorbe y oxigena.
Te dejo mis ojos cerrados con todo y sonambulismo.
Le dejo a mis alas la tarea de llevarte conmigo. Cuando quieras te puedes bajar. Por lo pronto, mientras estés acá, te prodigo mis arrumacos y te doy el amor de cerca, de lejos y por escrito.
Le dejo a mi boca la tarea de las palabras correctas y los retoños de mis besos. Para mí es importante besar; dejarte algo de mis labios por todos lados.
Miro más allá de las montañas: alcanzo a ver las estrellas que se te quedaron atrapadas en los ojos. Alcanzo a ver el amanecer de tus dudas y de tus certezas.
Le dejo a mis brazos la habilidad de atrapar en el aire los deseos que no le dices a nadie.
Te dejo mi cariño que crece como enredadera: sube, rodea, abraza, colorea, decora, humedece, absorbe y oxigena.
Te dejo mis ojos cerrados con todo y sonambulismo.
Le dejo a mis alas la tarea de llevarte conmigo. Cuando quieras te puedes bajar. Por lo pronto, mientras estés acá, te prodigo mis arrumacos y te doy el amor de cerca, de lejos y por escrito.
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