Sólo le comparten su secreto a los que entendemos su escamosa belleza. Tienen tantas historias implícitas que, de todas, sólo me fue posible descubrir una. Tal vez la más importante; seguro la más reciente. De entre todas las vidas que les ha tocado recorrer, la anterior a esta es de una naturaleza trepidante.
La manera de cerrar sus ojitos con tanta apacibilidad, la quietud de su estar, el silencio permanente que calla toda su sabiduría; su sueño imperturbable y su discreta sonrisa ocultan la historia de un guerrero. Uno que en la vida anterior tuvo que conquistar tierras muy lejanas. Uno que tuvo que cruzar todos los mares y luchar cuerpo a cuerpo con pulpos gigantes. De esos que levantaban la bandera para anunciar el ataque; de los que estaban al frente desafiando al peligro con el pecho desnudo. De los osados; de los que tienen una estatua; de los que renunciaron a la tranquilidad de un solo lugar; de los que detestan las treguas. Seguro que también conoce todos los desiertos posibles y que tuvo que estar perdido cuarenta días. Seguro que también conversó de frente con el diablo. Después regresó con el aura iluminada, con la mirada impenetrable; listo para seguir venciendo a los impertinentes. Fue uno de esos que vivieron una cantidad sorprendente de años y de los que murieron en el campo de batalla. De los que tuvieron poco tiempo para regenerar las heridas. De los que quedaron por siempre en la tradición oral de un pueblo que nadie conoce. Uno de los que se tienen que convertir en leyenda a fuerza de tanta reyerta. Amante de la discordia; impulsivo de todos los días de todos los años.
Es por eso que los dioses le han dado la venia de descansar. De ahí la calma de su andar y el sosiego de su carácter. Lo único que le queda de su pasado son las ganas de escalar todo lo que le sea posible; un placer que conserva intacto. También la sangre fría, por supuesto.
Ya no es necesario levantar las lanzas ni conquistar el mundo entero. Ya lo conoce por completo.
Es por eso que cuando uno descubre su increíble historia, inevitablemente es invadido por unas indescriptibles ganas de llorar.
Nada en este mundo es "indescriptible". Te invito a que describas esas ganas de llorar... tantas palabras, tantas posibilidades. No nos limitemos con un "indescriptible".
ResponderEliminarviva Camilo!!!!
ResponderEliminarFarah.
He buscado y no he tenido la fortuna de encontrar literatura sobre la iguana, cuando descubrí estos textos me dio un vuelco el corazón. Creo en cada palabra que describes porque yo también tengo un habitante verde. Gracias Lú.
ResponderEliminar