Araceli permanece ahí, de lunes a viernes desde las 7:00am hasta las 2:30pm. Contesta los teléfonos siempre con la misma cortesía. Desde hace 18 años, ha dado prueba de grandes dotes de paciencia y amabilidad para orientar, reportar las llamadas de otras instituciones, comunicar con una de las 15 extensiones de la línea que tiene a su cargo, anotar las quejas y tolerar los reclamos fuera de lugar. Araceli Morales, sabe escuchar. Y no es algo que tome como parte del deber ineludible de todos los días; es algo que sabe hacer bien. Es algo de lo que uno se percata en la sonrisa que seguramente esboza cuando contesta la llamada.
A sus 45 años sólo ha tenido dos trabajos, una clara señal de que es una mujer que sabe echar raíces. El primero de ellos fue en una fábrica de plumas donde empezó como vendedora y terminó como representante de ventas. Ahí permaneció durante once años hasta que la fábrica salió de la ciudad. Entonces, sin dificultad, pasó la prueba de la eficiencia y el don de gentes en su actual trabajo.
Hoy en día tiene bien ubicada la voz de todos y cada uno de los que en ese colegio laboran: maestros, secretarias, directores, administradores, personal de intendencia. Se sabe sus nombres y tiene un archivo exhaustivo de sus tonos, volúmenes, matices y humores.
Los ciclos escolares terminan, también el cargo de los directivos pero ella permanece. En todo ese tiempo ha recibido tres amenazas de bomba. En el primero colgó de inmediato y le temblaron las piernas. También le tembló el sosiego; le sacudieron toda la tranquilidad. Avisó de inmediato sin poder evadir la histeria que provoca el miedo. La segunda y la tercera vez ya tenía bien puesta la calma. En esas ocasiones tuvo el discernimiento necesario para distinguir rápidamente las voces adolescentes que venían del otro lado de la línea. Colgó y levantó el reporte con la precaución necesaria.
También le han tocado las explosiones de llanto de madres de familia que necesitan ser escuchadas, que no saben qué hacer con sus hijos; aquellas que no tienen con quién hablar. Todas han sido mujeres. Los hombres no se detienen; ha comprobado que son de naturaleza más práctica. Ellos, más que ser escuchados, lo que necesitan es la extensión de la persona a la que buscan. No más.
Le han tocado las flechas de los reclamos mal dirigidos. El más constante: la falta de lugar en el estacionamiento que ella no tiene a su cargo y que, por obvias razones, no puede atender. Sabe lo que le corresponde y no se queda con el enojo de nadie.
Cuando termina de atender la última llamada, cuelga las obligaciones laborales y se va a su casa con la misma voz y la misma sabiduría a procurar al marido con el que ha compartido más de dos décadas, a escuchar a sus dos hijas adolescentes y a seguir su vida sin titubeos ni voces ajenas.
Me encanta cómo escribes y relatas las historias de personas normales como tú y yo que pasamos de lado y no prestamos atención. Vamos con demasiada prisa y no nos detenemos a conocer a la gente.
ResponderEliminarUn beso y un gran abrazo, guapa.
Zaira
Zaira:
ResponderEliminarGracias por la lectura, el beso y el abrazo.
Todo es recíproco.
¡HOLA LOURDES! DE VERDAD QUE ESCRIBES HERMOSO, GRACIAS POR HACER UN RESUMEN DE LO QUE HA SIDO MI VIDA EN MIS TRABAJOS Y ALGUNAS DE LAS EXPERIENCIAS QUE HE TENIDO. ME ENCANTÓ DE VERDAD. MUCHAS FELICIDADES POR TODO LO QUE ESCRIBES. ARACELI MORALES
ResponderEliminar¡Uf!
ResponderEliminarSeñores, me acaba de escribir las mismísima Araceli. Para quien lo duda, le gente que escribo existe y, además, tiene mucho que contar.
Gracias por dejarme escribirte Araceli.
Un abrazo fuerte fuerte.
Es una idea maravillosa lo que haces, Lourdes. Al final, todas las historias son bellas, lo importante es que haya un buen contador. Tú eres una gran contadora, haces que tus personajes se vean importantísimos sin importar si se apellidan Jobs o Morales. Sacas lo más bello de las personas porque tú misma lo ves. Me gusta.
ResponderEliminarGracias, Carolina. Me has sacado mi lágrima Remi.
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