De todos los personajes de los cuentos de hadas, se podría decir que cada uno se labró su destino; que nada sucede por casualidad. Sin embargo hay uno al que el tiempo no le ha hecho justicia, y mucho menos, la narración en tercera persona endulcorada en la versión para niños. Hablo de la que esperaba encerrada en la habitación de una altísima torre; la de cabellera kilométrica.
El dato que pocos conocen es que desde antes de nacer, sus padres ya la habían vendido con una bruja a cambio de unos frutos: su padre fue descubierto mientras los robaba en el jardín de la mala mujer y ella a cambio le pidió la vida de su futura hija. Ni siquiera reconsideró el trato; ni siquiera huyó cuando nació. La fueron a entregar personalemente a las puertas de la torre. Hay filicidas que no se apenan de sus actos.
Así creció: encerrada y alimentada por una bruja que escalaba la torre con aquel larguísimo cabello. Al parecer, las escaleras no iban con el estilo arquitectónico del lugar.
El príncipe llegó porque descubrió a la bruja en el momento en el que le eran arrojadas las trenzas para subir. Un día hizo el intento diciendo las mismas palabras y pudo escalar. Desde entonces, subía cada tarde.
Detengámonos aquí por favor... Cada tarde, ella echaba sus cabellos por la ventana para soportar el peso del cuerpo de un hombre y luego el de una mujer: de subida y de bajada. Cuatro veces al día entregaba su dolor, primero para que la abrazaran y luego, para que no la mataran. Cuatro veces al día, respiraba profundo y como podía, sostenía sus dorados cabellos entre los puños para que el peso fuera menos. Cuatro.
De nada le sirvió el príncipe: sólo la preñó y jamás hizo el menor esfuerzo por bajarla.
Luego, la bruja la descubre y le corta los cabellos. No todos lo han vivido pero el cabello es un indicio de paciencia. Los que tenemos el cabello largo tejemos en él el cariño de la espera; es la única evidencia del tiempo que vale la pena conservar: enmarca el rostro y nos da oportunidad de esconder la mirada; suaviza los rasgos, protege del frío. En el cabello va implícita la coquetería, la gracia y el encanto. He conocido quien se corta el cabello por tristeza o por desesperación. No he conocido personalmente a quien se lo hayan cortado por la fuerza. Así pues, nuestro personaje vio mutilada toda su dorada feminidad y su única posibilidad de príncipe. Cualquiera en sus condiciones hubiera perdido la razón.
Lo que sigue es igual de trágico. De sobra está decir que la bruja la perdió en un desierto y que ahí sola parió a unos gemelos. No mencionaré el final, que por tradición literaria acaba bien, porque estoy segura, que en algún lugar escondido de los libros, llora su cabellera, su espera, su dolor, los hijos que no quería, y tal vez, lo torcido de su desconocida historia.
Se las presento. Se llama Rapunzel.
No os preocupeis que Disney le hará "justicia"... al parecer pronto.
ResponderEliminarA muchos hombres nos obligaron a cortarnos el cabello en la secundaria...
ResponderEliminarYo por briaga me corté el pelo, que ya llegaba a la cintura. Soy una pendeja.
ResponderEliminarEl cabello simboliza también la voluntad, la libertad... qué duro, qué horrible, dolores musculares, seguramente la columna destrozada, dolores del alma. ¿Y luego se sorprenden de que las mujeres seamos eternas Furias? ¿Cómo renunciar a estas figuras sufrientes que nos meten intravenosas desde antes de poder siquiera descifrar las palabras por cuenta propia? Mana, tú y Rapunzel me han conmovido. Alma
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