Para Paulo Riqué
Hace no mucho la muerte de Bowie me estrujó el corazón. Y a quién no. Cuántos no nos quedamos como a la mitad.
Hubo quien tuvo palabras para prodigarle, para agradecerle, para hacerlo presente y combatir de alguna manera la ausencia.
Ayer fue el turno de Prince que desde tiempo atrás se había mantenido más en la distancia. Prince quien no quiso seguir las reglas de las disqueras y, tal vez, las de nadie.
La noticia fue lamentable y obliga a revisar lo que dejó porque es ahora todo lo que nos queda.
He de ser sincera y debo mencionar que el evento no me movió de inmediato; tal vez porque él no estaba tan acomodado en mis días como sí lo estaban Michael Jackson o el duque blanco. Sin embargo, Paulo Riqué (quien sabe mucho más de él que yo y desde siempre lo tuvo entre sus grandes iconos) me dijo algo que da para mucho:
Yo creo que no podía controlar su animal.
Sí... Hay quienes lo controlan y pueden andar con él. Tal vez Prince se encerró con el suyo y se rehusó a ponerle bozal. Y seguramente el animal que traía Prince metido en el pecho y en la entraña era legendario.
Como sea, a nosotros nos toca rendirle tributo como a todos los Prometeos que nos entregan un poco del fuego porque, inevitablemente, su llama nos conecta con su animal y con el nuestro.
Ahora nos toca hacerle eco porque el abanico musical que escuchamos en la actualidad parece tímido y tibio frente a lo que bestias como él lograron.
Con Prince hay que guardar silencio porque debemos ponerle play una y otra vez.