domingo, 19 de junio de 2016

Boscoso

A mi padre, el brujo
Lo bueno de los árboles es que me hablan.
Me hablan y me dicen lo que no me dijo mi padre.
Se mueven con el viento y siempre tienen algo que decir:
que hace frío,
que abra bien los ojos,
que escuche con atención,
que sea prudente,
que mire a la gente desde donde estoy.
Los árboles me cantan siempre tonadas diferentes que nadie puede tararear.
Se deshojan y se llenan de frutos.
Los árboles esperan.
A veces a solas; a veces con las ramas en flor.
Los árboles dan abrazos de padre
y uno los debe cuidar como los hijos
y verlos crecer como quisiera crecer uno mismo.
De repente me doy cuenta de que los árboles son mi padre;
que saben su nombre.
Entonces no me queda más que el asombro, la bondad y la certeza de que no lo hizo del todo mal.


En Vertedero o la suma de todas las cosas, edit. Literal.

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